martes , marzo 25 2025

La Palabra del Pastor

Domingo 31 de Marzo del 2019

Me levantaré, iré a mi padre

Este domingo IV de Cuaresma es conocido como el domingo de Laetare, «de la alegría» puesto que ya el triunfo de la Pascua de Jesucristo está cerca, y ésta es la razón de nuestra alegría comparable  al gozo y a la fiesta que el padre hace al recuperar a su hijo perdido, muerto, parábola que nos narra Jesús en el evangelio  de hoy para darnos a conocer su desmesurado amor y misericordia no obstante nuestra miseria.

Jesús narra esta parábola en respuesta a la crítica de Escribas y Fariseos por su trato con publicanos y pecadores, representados de alguna forma por el hijo mayor y el menor respectivamente. Como sabemos el hijo menor pide la herencia a su padre, quiere hacer su vida aparte, según él quiere ser «libre», son los que de diferentes maneras rechazan ingratamente a Dios, y a él en el prójimo. Pero también el hijo mayor, aunque físicamente cerca al padre, está lejos de él, esto se deduce del reclamo que hace al final; prácticamente a este padre, anciano le han abandonado sus dos hijos, y por los dos se preocupa y sueña el retorno.

Las actitudes de estos dos hijos la tenemos nosotros, por ello la necesidad de la constante conversión, de volver a la cada paterna, pues todo pecado comienza con el olvido de nuestra identidad, de ¿quienes somos? y terminamos olvidándonos también de nuestra pertenencia ¿de quién somos, cuál es nuestro lugar, nuestro hogar?

Entonces, hombres y mujeres con dignidad de hijos de Dios terminamos esclavos de nosotros mismos hasta el punto de actuar incluso faltos de razón, las noticias en este punto lo corrobora. No nos hallamos ¿cuál es nuestro lugar, nuestra familia?, y errantes caminamos, probando de todo un poco para concluir que nada nos llena, como el hijo que quiso hasta alimentarse de las «algarrobas que comían los cerdos, pues nadie le daba nada», ninguna cosa material aunque abunde puede llenar la sed de eternidad que como seres humanos tenemos por ser imagen y semejanza de Dios.

Esta situación de carencia, de tocar fondo, hace recapacitar al hijo menor: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, partió hacia su padre.» Esto es lo que hace al santo, el que se levante una y otra vez con la gracia de Dios que lo abraza.

«Cuando todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.» Desmesura de amor, que hasta vitalidad para correr da al pobre anciano, que con prisa organiza una fiesta y ofrece lo mejor. Este ser vagabundo recupera su identidad, su pertenencia, su dignidad de hijo.

Es ahora el turno del hijo mayor, ha llegado no quiere participar de la fiesta, se siente siervo, irritado reclama pagas por cuanto hacía, desconoce a su hermano a quien llama «ese hijo tuyo». El padre le corrige, también a él quiere recuperarlo, le llama Hijo, le presenta a su hermano: «Hijo, todo lo mío es tuyo; pero convenía alegrarse, porque este hermano tuyo ha vuelto a la vida».

También por ti y por mí aguarda el Padre, su abrazo renueva y sana, basta levantarse, ponerse en camino y con humildad reconocer: he pecado. El resto lo hace Dios.

+Mons. Marco Antonio Cortez Lara

Domingo 10 de Marzo del 2019

«No tentarás al Señor tu Dios»

Con el Miércoles de Ceniza, hemos iniciado el tiempo de Cuaresma, tiempo de especial oportunidad para que de la mano de la gracia de Dios iniciemos el proceso de conversión que dilatamos tanto imbuidos por el trajinar de los días y las mil preocupaciones. La Iglesia sabiamente nos ofrece este tiempo, rico en signos y símbolos que nos predisponen a escuchar la voz de Dios que resalta la urgencia de una radical conversión al que todos estamos llamados, aun lo que nos creemos ‘buena gente’.

Todo proceso de conversión inicia con el reconocimiento de nuestra fragilidad y pecado.Nadie está exento de la tentación y de poder caer en ella, pero guiados y sostenidos por el Espíritu Santo seguramente podremos salir airosos como Jesús, nuestro modelo, quien: «lleno de Espíritu Santo, era conducido por él en el desierto durante cuarenta días, mientras era tentado por el diablo». He aquí la clave para vencer: estar lleno del Espíritu Santo. Muchas veces decimos: no puedo con esta tentación, es más fuerte que yo, y claro hace tanto tiempo que se vive de espalda a Dios ¿cómo entonces tener fuerzas para luchar y vencer?

El tentador arremete contra Jesús durante todo el tiempo que estuvo en el diserto, y se pueden resumir en estas tres. «Entonces el diablo le dijo: <<Si eres Hijo de Dios, di a esta     piedra que se convierta en pan.» Le pide que use su poder para provecho propio, que saque ventaja de su situación, que se haga de bienes necesarios sin la fatiga del trabajo, ni de la honradez. Pero Jesús responde muy seguro: <<Está escrito: no sólo de pan vive el hombre>>. «Llevándoles luego a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo el diablo: <<Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque me la han entregado a mí y yo se la doy a quien quiero». Ahora está en juego la fama, el poder, pero ¿a costa de qué? «Si me adoras todo será tuyo». Hacer de una criatura su Dios, vender el alma a cambio de gloria y poder, hacerse esclavo de trampas y engaños, Jesús le respondió: <<Está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto>>. Elige servir antes que el dominar.

Le llevó, después a Jerusalén, le puso sobre el alero del Templo y le dijo: <<Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo ; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden», el diablo astutamente manipula la Sagrada Escritura para conseguir sus fines, reviste de bien su trampa, mal interpreta y muestra como correcto incluso el tentar al mismo Dios. Esto es lo típico de su actuar, mostrar el mal apetecible, sin importar el poner en riesgo la vida. En cambio, Jesucristo prefiere él dar la vida por nosotros, y aclara con autoridad: <<No tentarás al Señor tu Dios.>> Esto tiene que ver también con evitar las ocasiones de pecar.

«Acabada estas tentaciones, el diablo se alejó de él hasta el tiempo propicio», no se rinde esta como león rugiente buscando a quien devorar, pero no tengas miedo, por más fuerte que parezca no deja de ser criatura. Jesucristo ha compartido nuestra fragilidad para enseñarnos que el mal no tiene la última palabra, confía en Dios que es rico en misericordia, ora con fe: no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.

+Mons. Marco Antonio Cortez Lara

Domingo 03 de Marzo del 2019

«Saca primero la viga de tu ojo»

<<De la abundancia del corazón habla la boca>> (Lc 6, 39-45)

Prosiguiendo Jesús, su enseñanza sobre el significado profundo de las Bienaventuranzas, a partir de una serie de pequeñas parábolas que nos invitan a ser conscientes de nuestros límites, revisar la interioridad de nuestro ser, «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?», conforme esto es bueno que cada uno nos preguntemos ¿Quién guía mi vida? ¿Qué motiva mis decisiones? ¿qué clase de guía soy para los demás? ¿mis consejos son vividos primero por mí mismo? La coherencia de vida es lo que da autoridad moral para aconsejar y corregir, no la presunción de pensar que somos o pensamos mejor que otros.

El Señor es directo ¿Porqué miras la paja que hay en le ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: <<Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo>>, Tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

De esta manera se podrá ser buen guía para los demás y no condenaremos fácilmente al otro como generalmente lo hacemos: evidenciamos y juzgamos el pecado del otro y a nosotros nos auto justificamos, queremos que escuchen nuestras razones pero no damos la oportunidad al otro de explicarnos su proceder.

Muchas veces hasta cuestionamos la misericordia de Dios para con quien nosotros hemos condenado de antemano, no olvidemos: «El discípulo no es superior al maestro». No podemos ser más justos que Dios que hace llover sobre buenos y malos. Pero sí podemos ser misericordiosos cómo Él lo es con nosotros.

Y ¿cómo darnos cuenta qué clase de persona es uno mismo y los demás, sin dejarnos llevar por el prejuicio?, por sus frutos, por su obrar: «No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de la bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal, porque de la abundancia del corazón habla la boca.» Nuestras palabras revelan quienes somos, los frutos dependen del interior ¿Qué cosechan de nosotros? ¿De que soy productor? preguntémonos en este día y recomencemos con ánimo y confianza en el Señor.

Dentro de poco comenzaremos el tiempo de Cuaresma que inicia con este miércoles de ceniza, iluminados con las palabras de vida que nos trae el Evangelio, demos frutos de auténtica conversión. Quien camina con Jesucristo aprende a amar, a obrar con sabiduría y prudencia para no caer en juicios temerarios que al final ensombrecen la vida. Ánimo, el cultivar requiere paciencia, no estás sola ni solo en esta tarea.

+Mons. Marco Antonio Cortez Lara

Domingo 17 de Febrero del 2019

<<Bajó con ellos y se detuvo>>

(San Lucas 6,17.20-26)

Seguramente muchos de nosotros hemos dicho, siquiera una vez: ¿Quién como tú?, `feliz de ti’, escondiendo en el fondo cierta envidia por la suerte del otros. Hoy Jesús en el evangelio llama ‘feliz’ a un grupo de personas que según la comprensión actual no tendrían un porqué ser catalogados de esa manera en medio de tantas desgracias y sufrimientos.

La lógica de Dios es diversa a la nuestra, y es preciso que desde sus ojos miremos cuanto sucede. Providencialmente, en medio de nuestro dolor por tanta situación triste que estamos viviendo, el Señor sale a nuestro encuentro, prácticamente a consolarnos, a sostener nuestra esperanza, a darnos oportunidad de sonreír. Para ello, nos dirige su mensaje no desde una observación ajena o distante, sino desde el compartir nuestra suerte y todo lo que le viene.: «Bajó con ellos y se detuvo en un paraje llano» donde muchos de diferentes pueblos aguardaban por él, el Señor desciende, se hace próximo, se detiene en nuestro camino difícil. Entonces «alzando los ojos hacia sus discípulos», desde una óptica diferente a nuestro pesimismo, nos dice: <<Bienaventurados los pobres, porque el Reino de Dios es para ustedes. Bienaventurados los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Bienaventurados los que lloran ahora, porque reirán. Bienaventurados serán cuando los hombres los odien, los excluyan de su compañía y los injurien y aun rechacen su nombre como infame por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque en el cielo tienen reservado un gran premio>>.

Seguramente te dices ¿cómo es posible ser feliz en tales condiciones, si más bien parecen injusticias?, para comprenderlas es preciso entender que la felicidad no está en el tener, en el saciarse y darse a los mejores manjares, en el gozar momentáneo, en la fama, en el buen apellido; en efecto dice Jesús de estos: «Ay de ustedes ricos, porque ya han recibido su consolación. Ay de ustedes que ahora son saciados, porque tendrán hambre. Ay de ustedes que ahora ríen, porque estarán en el dolor y llorarán. Ay cuando todos los hombres hablen bien de ustedes. Del mismo modo, actuaron sus padres con los falsos profetas». Jesús se lamenta de este tipo de personas porque sintiéndose recompensados no esperan nada de Dios… ya lo tienen todo.

La felicidad de un cristiano, radica en la certeza de que Dios está con nosotros en medio de toda circunstancia, y aunque ‘no lo sienta’, ‘no lo vea’, sé que está aquí y me fío de él. Todos de alguna manera somos pobres, hambrientos y es bueno reconocernos así. Queridos hermanos, miremos el mundo con los lentes de Dios, sostengámonos mutuamente en la esperanza. En medio de nuestra pobreza descubramos el gozo de dar.

+Mons. Marco Antonio Cortez Lara 

Obispo de Tacna y Moquegua

Domingo 10 de Febrero del 2019

«ECHEN LAS REDES PARA PESCAR»

En estos días tan difíciles que estamos viviendo nos sale al encuentro y nos invita a ‘no tirar la toalla’.

Su lugar de predicación ahora es la calle, en medio de la gente que se agolpa a escucharlos; en el lugar de trabajo, donde abunda el cansancio y hasta la decepción de no haber lograda nada, de haber «remado en vano» como Pedro y sus colegas pescadores. Todos de una u otra forma hemos tenido y tenemos esta experiencia de fracaso, es ahí donde Jesucristo se hace presente, y como a Simón (Pedro) nos pide prestado la barca que está varado a la orilla, le ruega (no le obliga) que «se aleje un poco de tierra» donde las olas rompen, y «sentado enseña desde la barca a la muchedumbre». Simón (Pedro), que seguramente ya habría escuchado de él, hizo lo que le pidió, pero sigue en sus labores, ha sido un mal día como ‘para escuchar sermones’, desilusionados lavan las redes vacías, ya es mediodía, todo esfuerzo será inútil.

Cuando Jesús acabó de hablar, dijo a Simón: <<rema mar adentro, y echen las redes para pescar.>> Simón, viejo pescador e hijo de pescadores, desde su experiencia y conocimiento de mar responde: <<Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero por tu palabra, echaré las redes.>> Se fía de Jesucristo, de su palabra, abdica a su experiencia, a la lógica, abaja su orgullo, se arriesga a la burla y pone toda su confianza en el Maestro: ‘en tu palabra echaré las redes, porque tú lo dices’; pone su pasado cansado, su presente fallido, su futuro incierto, en manos de un Carpintero.

«Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vivieran en su ayuda. Se llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.» Pedro y los demás se dan cuenta que este prodigio no es fruto de su fuerza, su arte o experiencia, ni de los medios e instrumentos, sino del recomenzar y trabajar confiados en Alguien para quien nada es imposible, nada es inútil, aunque nosotros lo consideremos, y no consideremos así.

Simón Pedro cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: <<Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador>>, ‘soy inútil’, ‘no sirvo para nada’, diríamos nosotros   a raíz de tantos fracasos, errores y pecados. Sin embargo nada nos acerca más a Dios que el reconocimiento de nuestra miseria, nosotros vemos lo que somos pero Dios mira lo que podemos ser con Él, y nos dice como a Simón: <<No temas. Desde ahora serás pescador de hombres>>, así como te he rescatado del mar de tus miedos y fracasos, así tú también debes hacerlo con los demás que sin esperanza quieren ‘tirar la toalla’. El Señor llena de sentido nuestras vidas, no nos rindamos aunque hay dificultades.  Al final «Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, siguieron.» Dejando de lado intereses particulares, démonos la mano unos a otros como los discípulos , así no se hundirá nuestra barca. No somos solo conciudadanos, sino hermanos. Echemos las redes a pescar.

+Mons. Marco Antonio Cortez Lara 

Obispo de Tacna y Moquegua

Domingo 03 de Febrero del 2019

PASANDO POR MEDIO DE ELLOS SE MARCHÓ

El Evangelio de este día revela la firmeza del amor y la paciencia de Dios frente a nuestra inconstancia, capaz de pasa velozmente de la admiración a la ira, del amor al odio.

Jesús en la Sinagoga, en un ambiente lleno de admiración por sus palabras de gracia, inicia la lectura de una parte del texto de profeta Isaías que describía las características del Mesías, al final de la lectura dice: <<Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy>>. La admiración crece, pero luego caen en cuenta que éste es uno de sus conciudadanos, a quien quizá vieron jugar, trabajar, comienzan los prejuicios: <<¿Acaso no es éste el hijo de José?>> ¿el hijo del carpintero? La admiración que le profesaban era superficial, convencida, no se dejan interpelar por lo que escuchan. También nosotros asumimos esas actitudes, juzgamos por apariencia, escuchamos o participamos de algo solo para criticar. Jesús que conoce las intenciones más profundas les dice <<Seguramente me van a decir el refrán: Médico cúrate a ti mismo.  Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaún, hazlo también aquí en tu patria.>> Con su conducta prácticamente le están diciendo ‘no nos interesa tu mensaje de salvación’, quieren sólo lo espectacular, quieren ver lo que han oído decir que hacen, quieren ver milagros para recién creer, y se sienten con derecho por ser sus conciudadanos.

Jesús no se irrita con su pueblo, así actuaron con tantos otros profetas: «En verdad les digo que ningún profeta es bien recibido en su patria». Y aunque no tienen mucha voluntad de escucharlo, igual les recuerda dos hechos <<Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando hubo sequías y gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.>> Lo común entre estos dos personajes es que eran extranjeros, paganos, y Dios actuó en favor de ellos, no por su procedencia sino por su fe, que antecede a todo milagro.

La explicación le fue peor a Jesús: «A oír estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira» y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad y le llevaron a una altura escarpada del monte para despeñarle». Lamentablemente son actitudes de quienes tienen lamente y el corazón cerrado, que no se cuestionan ni dejan ayudar, sino que recurren a la violencia o arremeten contra el frágil e inocente; así somos, cuando no queremos dar nuestro brazo a torcer a pesar de que se nos orienta, y  muchas veces aun sabiendo  que lo que vamos a hacer está mal. Gracias a Dios, esto no es la última palabra. Jesús «pasando por medio de ellos, se marchó».

Si estás pasando la suerte de Jesús, si estás pagando el precio de la verdad, de la coherencia, de la decisión de hacer y vivir en el bien aunque muchos intentan despeñarte, si crees que todo te empuja al mal o a la desesperación, ten ánimo, persevera, pasa con Jesús por medio de todo lo que te aflige. Y si eres de los que ‘empujan a los demás para quedar tranquilo’, abandona esa actitud, el Señor te busca sin prejuicio, camina con Él, no dejes que la ira destruya lo mejor de ti y lo que amas. Él es Paz.

+Mons. Marco Antonio Cortez Lara

Domingo 27 de Enero del 2019

ILUSTRE TEÓFILO

San Lucas ubica el inicio de la vida pública de Jesús al interno de una Sinagoga, pero antes ofrece una especie de presentación de su trabajo de redacción del evangelio: «después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, he decidido yo también, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo», y el objetivo es: «para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido». En este mundo inconstante, voluble, qué bueno contar con palabras sólidas de la Sagrada Escritura, del Evangelio que son nuestro soporte y aliento, pues fueron escritos -además de la inspiración del Espíritu Santo- a partir del testimonio de aquellos que lo vieron y oyeron.

Y ¿Quien en es ese tal Teófilo, a quien san Lucas se refiere como destinatario? No se sabe quién es en concreto, pero sí que significa su nombre: Amigo de Dios, entonces podríamos decir que san Lucas escribe a los amigos de Dios, y ¿quiénes son ellos? Nos lo dice la segunda parte del evangelio de hoy.

Jesús está en la Sinagoga de Nazaret, en medio de todos hace la lectura de una parte de los escritos del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Finalizado la lectura, devuelto el rollo, se sentó, y ante los ojos fijos de todos los que esperaban con ansia su comentario dice con autoridad: <<Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy>>. Se cumplen en él que es el Ungido de Dios, el Cristo. Y los amigos a quienes se dirige  son: los ciegos, los oprimidos, los cautivos, los pobres, ellos son los teófilos, los amigos de Dios, y en ellos también nosotros; por tanto, el Evangelio está escrito para ti, para mí, a quienes el Señor no teme ni se avergüenza de llamarnos amigos.

A nosotros nos da a conocer su Plan de salvación y quiere que sea también nuestro proyecto de vida: ser mensajeros  de buena noticia, de esperanza, en medio de un mundo donde parece que sólo lo malo hace noticia o que nada de bueno hay en ella. El Señor nos dice que sólo en Él somos verdaderamente humanos, porque podemos ser auténticamente libres, y no cautivos de la ira, de la venganza, del engaño, de los resentimientos. En Él recobramos la vista, podemos ver nuestros errores y recomenzar desde el arrepentimiento. ¿Qué te oprime y esclaviza?, el Señor proclama un año de gracia para ti, acércate a su Palabra, déjate iluminar por ella, comienza al menos con la lectura dominical del Evangelio en familia, Él te habla como a amigo y como a tal también puede corregirte, lo que dice el Señor en su Palabra se cumple hoy para ti. Fija en Él tu mirada.

+Mons. Marco Antonio Cortez Lara

Domingo 13 de Enero del 2019

«Tú eres mi hijo»

Con la fiesta del Bautismo del Señor que estamos celebrando hoy, se concluye el tiempo de Navidad y se abre el Tiempo Ordinario. Desde el nacimiento de Jesús a su Bautismo se da un salto de treinta años transcurridos en la cotidianidad y que hoy se hace pública, por eso podemos hablar de una Epifanía, de una manifestación de Jesús donde nos revela su identidad, sellada por la voz del Padre que se deja oír entre las nubes después de su bautismo: <<Tú eres mi hijo; en ti me complazco>>.

Efectivamente Jesucristo es el Hijo del Padre, y junto con el Espíritu Santo que descendió en forma corporal, como una paloma, se manifiestan los miembros dela Santa Trinidad. En Jesús hecho hombre, que se hace solidario a nuestra humanidad pecadora, todos nosotros somos llamados también: hijos muy amados de Dios, todos los días y especialmente el día de nuestro bautismo Dios dice de nosotros <<Tú eres mi hijo>>.

Toda esta realidad que nos desborda se nos da a conocer mientras «Jesús,ya bautizado, se hallaba en oración», es entonces que «se abrió el cielo» y tanto el Padre como el Espíritu Santo se manifiestan. Resaltamos aquí el valor de la oración como aquella que abre el cielo, tantas veces nuestros días se muestran grises, parece que ya no hay salida, recurre entonces a la oración, al diálogo continuo con el Padre, el Hijo del Jesucristo y el Espíritu Santo, y también para ti se abrirá el cielo; no se trata de un momento sino de una actitud constante aún en medio de cuanto hacemos, es lo que se llama estar en presencia de Dios.

La oración abre el cielo de las nubes de nuestro egoísmo, de pesimismo, de la infidelidad, de nuestro pecado y de tantas otras realidades que oscurecen nuestra vida, nuestra familia, nuestra sociedad. Para orar se requiere una humildad semejante a la de San Juan Bautista, que no aprovecha su fama ni el pensar de la gente que lo tenía por el Mesías, sino que se reconoce débil «el que esta de llegar el que es más fuerte que yo»; frente a Jesucristo dice de sí que ni siquiera es digno de desatarle la correa de sus sandalias, propio de los sirvientes; es decir la oración requiere reconocer que no somos Dios, no somos omnipotentes, sino frágiles, necesitados, y la primera necesidad que tenemos es la de convertirnos, de cambiar la vida.

En esta tarea continua de la conversión no estamos solos, contamos con nuestro Salvador Jesucristo que en su bautismo se ha hecho solidario a nuestra fragilidad, no con el pecado sino con nosotros pecadores, y nos muestra el sentido último de nuestra existencia: descubrirnos amados por Dios y con la capacidad de amar que empieza con el perdonar y pedir perdón, empecemos hoy.

+Mons. Marco Antonio Cortez Lara