Objetivo: Jesús consuela en el dolor
Tema: Jornada Mundial de los Pobres
Texto bíblico: Lectura del Evangelio según San Marcos 6, 32-34
“Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos lo reconocieron, y de toda las ciudades acudieron por tierra aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, estuvo enseñándoles un largo rato”. Palabra de Dios.
Justificación:
Junto al anuncio de la Buena Nueva de Dios, está la cercanía que ofrece el Señor a través de sus entrañas llenas de compasión. Jesús enseña en diversas parábolas experiencias muy conmovedoras que expresan el interés por estar cerca de los que lo buscan.
La compasión de Dios hace que Jesús se acerque a los que sufren, los necesitados y a quienes experimentan la indiferencia del hermano. Y es que ser caritativos es un modo de ser “profeta”. En este tiempo de tanta necesidad de cercanía y correspondencia, estamos llamados a reflejarlo en acciones, como lo hizo el maestro. Jesús siente compasión al verlos como ovejas sin pastor y crea una cercanía inexistente; alcanzarla desembocará siempre en un crecimiento de nuestra comunidad parroquial.
A diario podemos encontrarnos con estas realidades y muchos hemos realizado algún esfuerzo en atenderlas. Hace falta hacer más, como transformar nuestras comunidades parroquiales en lugares donde se pueda percibir la cercanía de los creyentes hacia los más necesitados.
Desde la experiencia de Jesús podemos distinguir como la compasión con los necesitados se pone al servicio del Reino de Dios. Jesús es el profeta curador, lleno del Espíritu bueno de Dios, no para condenar y destruir, sino para curar, liberar y potenciar la vida. Para Jesús, Dios es una presencia buena que bendice la vida y quiere la curación. Por eso lo vemos bendiciendo a los enfermos que no pueden recibirla en el templo. La actuación de Jesús lo dice todo; se abre camino al Reino de Dios cuando se lucha contra el sufrimiento y el mal.
Jesús es el profeta defensor de los pobres, ya que su primer gesto es compartir la misma suerte; es decir, la vida pobre e itinerante de Jesús no sólo es austeridad. Es una forma de compartir los riesgos de los que padecen tantas desgracias. Jesús es profeta pobre de Dios, porque vive entre los pobres, conoce el hambre y también sus lágrimas. Sufre con todos ellos. Así vivirán más adelante sus seguidores, compartiendo la suerte de los últimos y defendiendo su causa.
Proclama el Señor: “Dichosos los que no tienen nada, porque de ustedes es el Reino de Dios”, “dichosos los que ahora tienen hambre, porque serán saciados” y “dichosos los que ahora lloran, porque reirán”. En sus enseñanzas no hay espacio para la duda, si el Reino de Dios es acogido, el mundo irá cambiando para bien de los últimos.
Jesús es profeta amigo de pecadores, Dios no es presentado como propiedad de los buenos. El Padre “hace salir su sol sobre buenos y malos”. Manda la lluvia sobre “justos e injustos”. Dios envía su bendición como “la lluvia” de tal manera que rompe la tendencia moralista de excluir a los indignos y pecadores. Dios no bendice la exclusión ni la discriminación. Dios abraza, acoge y perdona.
El Papa Francisco nos ha enseñado en este sentido: “Hermanos y hermanas, también Jesús recorre el camino de los profetas: se presenta como no nos lo esperamos. No lo encuentra quien busca milagros —si nosotros buscamos milagros no encontraremos a Jesús—, quien busca sensaciones nuevas, experiencias íntimas, cosas extrañas; quien busca una fe hecha de poder y signos externos. No, no lo encontrará. Sólo lo encuentra, en cambio, quien acepta sus caminos y sus desafíos, sin quejas, sin sospechas, sin críticas ni caras largas. En otras palabras, Jesús te pide que lo acojas en la realidad cotidiana que vives; en la Iglesia de hoy, tal como es; en los que están cerca de ti cada día, en la concreción de los necesitados, en los problemas de tu familia, en los padres, en los hijos, los abuelos, acoger a Dios allí. Ahí está Él, invitándonos a purificarnos en el río de la disponibilidad, y en tantos y saludables baños de humildad. Se necesita humildad para encontrar a Dios, para dejarnos encontrar
por Él”.
Gesto y acción significativa:
- A nivel personal: Visitar o comunicarse con una persona que necesita consuelo.
- A nivel familiar: Participar de la propuesta de la Jornada Mundial de los Pobres.
- A nivel de zonas parroquiales: Sumarse a una campaña de Ayuda Fraterna.