martes , junio 6 2023

MENSAJE DE LOS OBISPOS Y SACERDOTES DE LA DIÓCESIS DE TACNA Y MOQUEGUA

REFLEXIÓN DE LOS OBISPOS Y SACERDOTES DE LA DIÓCESIS DE TACNA Y MOQUEGUA

“PORQUE TÚ ERES MI ESPERANZA, SEÑOR, EN TI CONFIO, SEÑOR, DESDE MI JUVENTUD. DESDE EL SENO MATERNO ME HE APOYADO EN TI, TÚ ERES MI PROTECTOR DESDE LAS ENTRAÑAS DE MI MADRE; SIEMPRE HE CONFIADO EN TI” (SALMO 71, 5-6)

Muy queridos hermanos y hermanas: Los obispos y sacerdotes de esta porción del pueblo de Dios que peregrina en Tacna y Moquegua, queremos juntamente con ustedes confesar esta gran verdad: “EL SEÑOR ES NUESTRA ESPERANZA, EL SEÑOR ES NUESTRA CONFIANZA, EL SEÑOR ES NUESTRO PROTECTOR”. Hemos querido resumir los dos primeros versículos del salmo 71 en esta confesión que nos llena de aliento, sobre todo en estos tiempos que estamos viviendo. Todo el país sufre y llora a causa de esta dolorosa realidad por la que atravesamos. Por tal motivo, les pedimos por amor a Cristo que nos permitan compartir estas reflexiones con ustedes, y de este modo, acercarnos a cada uno y a cada una, es decir: a TODOS. Y así, sin distinción, juntos invocar la misericordia del Señor, pues en Él confiamos y nos apoyamos.

Por ello les decimos que, como pastores y hermanos suyos compartimos los mismos sentimientos, las angustias, las necesidades, los cansancios, impotencias, dolores y sufrimientos al ver lo que está sucediendo en nuestro país. Son muchos los fallecidos a la fecha, por ellos rezamos y los encomendamos a la misericordia de Dios, también hay muchos heridos y detenidos; la pobreza se agudiza aún más en los sectores más vulnerables, a tal punto que no pueden cubrir sus necesidades básicas; muchos no pueden movilizarse, los enfermos no pueden ser trasladados para ser atendidos, la falta de trabajo se ha incrementado, vemos negocios cerrados y, en consecuencia, destrucción y paralización de nuestra economía. Cuando Jeremías, el profeta, contempló Jerusalén destruida, lloró amargamente diciendo:

“DE MIS OJOS ESTÁN BROTANDO LÁGRIMAS DIA Y NOCHE SIN PARAR, PORQUE UN GRAN MAL AQUEJA A LA HIJA DE MI PUEBLO, UNA HERIDA MUY GRAVE. SI SALGO AL CAMPO, VEO PERSONAS ATRAVESADAS POR LA ESPADA; SI ME VUELVO A LA CIUDAD ENCUENTRO A LA GENTE TORTURADA POR EL HAMBRE. Y POR MÁS QUE SE MUEVAN LOS PROFETAS Y SACERDOTES NO ENCUENTRAN LA RAZON DE ESTO” (JR 14, 17-18)

Ante esta situación que nos duele, reconocemos con humildad que podemos caer en la provocación que genera violencia y enfrentamientos entre hermanos. Creemos, al igual que ustedes, que la prudencia debe ser la clave inspiradora que nos ayude a encontrar soluciones a nuestros álgidos problemas, solo así seremos constructores de paz y de una sociedad más justa y solidaria.

Nadie pude pensar que querer la paz es querer que la cosas sean como antes, sin un cambio para ser una patria más justa, desterrando la corrupción como modo de vivir, asimismo la violencia no es el camino de construir un nuevo país, estamos llamados a mirar el futuro de nuestra nación con una mirada limpia y alejada de odios.

Y así leemos en el evangelio de san Juan, en donde Pedro le dijo al Señor: “MAESTRO, ¿A QUIÉN VAMOS A IR, SI SÓLO TU TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA?” NOSOTROS CREEMOS Y SABEMOS QUE TÚ ERES EL SANTO DE DIOS” (Jn 6, 68-69). Es decir, Él sólo tiene palabras de consuelo, de fortaleza, de vida y de esperanza. Él se acerca a nosotros y nos acompaña, nos guía, nos sostiene y nos protege. Por eso decimos con el salmista: “ENSÉÑANOS A CONTAR NUESTROS DÍAS PARA QUE ADQUIRAMOS UN CORAZÓN SENSATO” (sal 90, 12)

En el tiempo de navidad hemos escuchado las palabras de Isaías: “LA JUSTICIA Y LA PAZ SE BESAN, Y LA FIDELIDAD BROTA DE LA TIERRA” (Is 32, 17). Queridos hermanos, qué ciertas son las palabras del profeta, pues sabemos bien que no puede haber paz si no hay justicia, acompañada por la misericordia de Dios que llena toda la tierra.

Aunque la coyuntura del momento se vea eclipsada con nubes densas no podemos perder la esperanza, pues sabemos bien que después de la noche vendrá la aurora, una luz potente, radiante, que alejará tristezas, angustias y desesperanzas. Esta luz nos llevará al gozo y a la auténtica fraternidad que tanto deseamos, pues parafraseando al profeta Isaías, los yugos que pesan en estos tiempos se romperán, vendrán nuevos tiempos y así nuestro pueblo que camina en tinieblas verá una gran luz. Dios que viene a salvar a su pueblo. Esto debe servirnos de aliento para convertirnos en instrumentos de Dios para que Él conduzca a nuestro pueblo por el camino de paz, de la justicia, de la solidaridad, con una caridad sincera con el que sufre y nos necesita.

Les decimos queridos hermanos: Es ya tiempo de empezar un camino de cercanía, de encuentros fraternos y de reconciliación sincera; de reconstruir la vida y las buenas relaciones. Queremos acercarnos a todos para que en nombre de Dios nos demos un sincero abrazo y decirles que la caridad no conoce límites, pues si ésta tuviera límites, ya no sería la caridad de Cristo. En pocas palabras sintamos como Dios nos acaricia y nos bendice.

Terminamos nuestra reflexión invitándoles para este jueves 26 de enero a la Adoración Eucarística pidiendo por la paz de nuestro país y que se tendrá en todas las parroquias de la diócesis, después de la Misa vespertina. Nuestra confianza en el Señor de la historia nos lleva a rezar como familia que somos seguros de que seremos escuchados.

Que nuestra Señora de la Paz nos conduzca por caminos de reconciliación y de verdadera fraternidad.

Con afecto sincero, sus hermanos obispos y sacerdotes de la Diócesis de Tacna y Moquegua.

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