Queridos hermanos y hermanas en Cristo Señor de la Vida y Compañero de nuestro diario caminar.
Hemos iniciado un nuevo año, una nueva oportunidad que el Señor y Rey del Universo nos brinda y que, como Iglesia diocesana, deseamos recorrer bajo el impulso del lema de la Programación Diocesana preparado por nuestros hermanos del EDAP para este año 2022: “¿Qué es lo vienen conversando por el camino?” (Lc. 24, 17). Pregunta que les dirigió el Resucitado a Cleofás y a su amigo cuando retornaban a su aldea muy confundidos por todo lo que habían vivido en torno al final trágico de Jesús su Maestro.
La pregunta ha seguido resonando a lo largo de la historia en los corazones y en las mentes de las generaciones de cristianos que nos han precedido, sobre todo cuando la “conversación por el camino”, ha suscitado aquellas reacciones y manifestaciones de conducta igual que la de los discípulos de Emaús. Qué duda cabe, que ante las circunstancias adversas de dolor y sufrimiento, todos nos parecemos a los discípulos que no comprendían el desenvolvimiento de los últimos sucesos, tenían la impresión que todo había terminado en un fracaso. Pero no todo termina como ellos y nosotros pensamos muchas veces,
pues el Señor como hizo en otros tiempos, hoy también se nos acerca y nos pregunta, por ejemplo, con motivo de la Pandemia: “¿Qué es lo que vienen conversando por el camino?” Y nosotros como torrente incontenible contestamos: “¿Acaso, tú eres el único forastero que no conoce lo que ha sucedido en Jerusalén?” (Lc. 24, 18).
Queridos hermanos y hermanas: queriendo ser honestos con Dios y con nosotros, el texto de Lucas nos viene como anillo al dedo, pues, nos damos cuenta que la “conversación” que hemos mantenido y seguimos en ella desde que inició la Pandemia, expresa nuestra honda preocupación, miedos y desconfianzas ante la realidad actual y el futuro que se torna impredecible. Por una parte, se comprende que nuestra reacción se manifieste de esa manera, pues el costo del contagio pandémico es inmenso, doloroso y nos pesa en el alma. Pero, también debo señalar que la situación actual exige de nosotros una reacción que, como hijos e hijas de Dios, esté al nivel de la actual circunstancia y podamos dar “razón de nuestra fe a quién nos la pida”
(1Pd 3,15). Como creyentes, estamos llamados a interpretar “los signos de los tiempos” a la luz del Evangelio, y mal testimonio
daríamos si nos comportamos ante la realidad actual como uno que no tiene fe, es decir, como un ¡ateo! Por ello, qué importante es la clave que usamos para dialogar ante lo que nos preocupa y nos hace sufrir; ahí podemos percibir nuestra monotonía interior, frustraciones y pesimismos, con razón es muy adecuado que Jesús nos pregunte: “¿Qué es lo vienen conversando por el camino?” o, mejor dicho: ¿de qué discuten? ¿Siguen enfrascados en lo mismo, no se han dado cuenta que Yo estoy con ustedes y no los he abandonado? Yo los consuelo.
La Palabra del Señor suena como música que en clave de salvación nos ayuda a comprender mejor lo que estamos viviendo.
Sus Palabras son Luz que ilumina las conciencias y aleja la oscuridad de una existencia sin sentido. Su Presencia en medio de nosotros, caminando con nosotros, sosteniéndonos y alentándonos es la prueba que necesitamos: ¡Hermanos no estamos solos! Su Presencia resplandece ante nuestra vista cansada que mira solo de “tejas abajo”, sin percibir lo que Dios nos quiere decir.
Queridos hermanos y hermanas: Sí, efectivamente, hay que reconocer con humildad y sinceridad que no somos distintos a esos
dos discípulos de Emaús que retornaban a su pueblo cabizbajos, sombríos y con el carácter crispado – molestos- por lo que aconteció ese fin de semana en Jerusalén: mataron a su Maestro en una cruz, lo enterraron y la losa que selló la tumba, selló también sus ilusiones y esperanzas. Hoy en día nos amenaza una losa sepulcral que se llama pandemia sanitaria, crisis política, corrupción a todo nivel, desempleo, injusticias, pobreza y más pobreza, crisis institucional en la sociedad y –por qué no decirlo- también en la Iglesia; daría la impresión que la situación que vivimos nos ha robado la alegría de vivir y que no hay marcha atrás.
Pero no, hermanos, confiados en el Dios de la vida, atrevámonos a conversar y dialogar, no a enfrentarnos inútilmente, conversemos sobre la realidad actual y nuestra propia vida desde las palabras de Jesús con que responde a los dos hombres que le habían dicho de quédiscutían por el camino: “Oh hombres de poca comprensión y qué lentos para creer lo que dijeron los profetas (…) luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras” (Lucas 24, 25-27). Es decir, los consoló.
Al iniciar el año 2022, queremos que el Señor se acerque a nosotros y nos “explique”, nos enseñe y nos conceda por la fe,
esperanza y caridad un modo nuevo y profundo de entender lo que nos acontece y estamos viviendo. Aprovechemos la oportunidad que el Señor nos brinda al iniciar este año, inspirados en el Sínodo de la Iglesia Universal y también el caminar de nuestro Sínodo Diocesano. Caminar en comunidad es avanzar al paso de Dios que nos guía por los caminos del presente alentando y sosteniendo nuestro paso, siendo los “Cireneos” de los demás.
Quiero pensar, apoyado en la Providencia Divina, que la experiencia de un sínodo nos llevará a la experiencia de los discípulos
de Emaús cuando llegaron y se sentaron con el Maestro, cenaron y “lo reconocieron al partir el pan”, entonces “descubrieron” quién les había acompañado a lo largo de los once kilómetros que separaban Jerusalén de Emaús y a partir de ese momento se da la transformación, ya no son dos hombres que discuten lo que les sucedió sino dos testigos de Cristo resucitado que vuelven a Jerusalén a transmitir lo que h abían vivido . Nosotros como Pu e b l o d e Di o s “acompañándonos, escuchándonos, consolándonos y animándonos con el Espíritu de Cristo”, como dice nuestro Lema de este año, queremos ser testigos e instrumentos en las manos del Espíritu de Dios para así suscitar una Iglesia diocesana que camina en comunión con Dios y con los hermanos. Queremos que este tiempo nos sirva para crecer en comunión y fraternidad. Hay mucho por hacer y lo
haremos si todos: obispo, sacerdotes, religiosas y laicos, nos tomamos en serio el mandato de Jesús: “ustedes son la sal de la tierra” “ustedes son la luz del mundo”. Atrevámonos ser mejor sal – si cabe la expresión- y potente luz que irradia el sabor y la luz de Cristo Redentor del hombre.
Quiero terminar con unas palabras del Papa Francisco: “El estilo de Dios es cercanía, es una cercanía compasiva y tierna” (Discurso del Papa Francisco. Simposio para una teología fundamental del sacerdocio”.
No tengamos miedo y sigamos tejiendo redes de justicia y santidad. Que Santa María nos sostenga y acompañe, hoy, ahora y
siempre.
Con mi bendición de Padre y Pastor:
+ Mons. Marco Antonio Cortez Lara
Obispo de Tacna y Moquegua