Queridos hermanos y hermanas que forman parte de la familia del Señor de los Milagros de Tacna, Moquegua, Ilo y fieles devotos: reciban los saludos y bendiciones que, como Padre y Pastor de esta Iglesia diocesana, les expreso sentidamente y de corazón. “Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen sobre ustedes su gracia y su paz” (I Cor. 1, 3). Doy gracias al Padre del cielo que me permite escribirles por segundo año consecutivo con ocasión de la celebración en honor a Cristo Crucificado, Señor de los Milagros, y así juntos avanzar en la vocación a la que hemos sido llamados, consagrados y santificados por el amor que Dios nos ha manifestado en su Hijo Señor de la historia.
En el mes de octubre, los católicos que hemos nacido en el Perú y quienes conocen el origen humilde de esta gran y multitudinaria manifestación de fe en torno al Señor de los Milagros en cualquier parte del mundo, experimentamos una fuerte atracción sobrenatural que emana de ese Icono Sagrado como una experiencia profunda de Dios. La devoción al Señor de los Milagros surge alrededor del año 1651 en el barrio limeño de Pachacamilla al abrigo de un solar y sobre una rústica pared de adobe, donde la mano de un esclavo procedente de Angola –Pedro Dalcón o Benito- que formaba parte de la Cofradía de su barrio, dejara impresa la fisionomía de un Cristo crucificado. Han transcurrido a la fecha 370 años de este evento único y sobrenatural que ha contribuido a forjar la fe de un pueblo creyente, siendo éste un referente esencial y “empático” a la hora de expresar el amor a Dios reconociendo qué a través de la Sagrada imagen, Dios derrama su Amor y misericordia infinitas en favor nuestro. Podemos decir sin temor a equivocarnos que el Señor de los Milagros forma parte esencial de la fe católica de los peruanos y de su propia identidad cultural.
La piedad popular en honor al Señor de los Milagros desde sus orígenes hasta el presente hay que entenderla como una expresión de fe de un pueblo que ha puesto su confianza en Quien todo lo puede, más allá de las manifestaciones externas, visibles y variadas que las generaciones de católicos han expresado y lo seguirán haciendo con la más buena intención. Lo importante es destacar el significado que contiene esta expresión en los fieles que viven su relación con Dios de un modo personal, familiar, cercano y profundamente sentida. Mirar la Sagrada Imagen tiene un significado muy peculiar, el devoto percibe que Jesús le habla y le sana, que le escucha; entonces el lenguaje verbal pasa a segundo plano para dejar espacio a la oración silenciosa y confiada. La certeza de que el Señor de los Milagros obra en su favor, auxiliándolo, sanándolo hace posible que crezca más y más en el creyente su amor al Cristo Morado que le entiende y comprende.
En este año del Bicentenario y viviendo en una Emergencia Sanitaria a causa del Covid 19; Dios mediante, celebraremos al Cristo de las Maravillas dentro de una normativa más flexible en relación al año pasado. Si continuamos con la categoría actual de
Moderado, nuestra Diócesis podrá recibir en las Iglesias a los fieles que acudan a las celebraciones Eucarísticas con un aforo máximo del 50%, como lo venimos haciendo hasta el presente. La programación para este año nos permite llevar en peregrinación y no en procesión la Sagrada Imagen que cada sector crea oportuno, por las calles y parroquias e instituciones de las tres ciudades en los días 18 y 28 de octubre. También la programación prevé las Novenas y demás actos litúrgicos comunitarios de manera presencial según las directrices sanitarias vigentes. Ciertamente, y es a todas luces evidente, que nos gustaría reiniciar las procesiones acompañando a nuestro Señor como bien lo sabemos hacer; estoy seguro que nuestros sueños se harán realidad cuando superemos la tragedia sanitaria que vivimos. Por tal motivo, invito a redoblar nuestra oración al Señor de los Milagros para que nos conceda el “milagro” de ver superada la pandemia y afrontar con optimismo cristiano las consecuencias de una tragedia que ha impactado en la sociedad y en cada uno de nosotros.
En mi carta del año pasado, en una situación parecida a la actual les escribía y les decía que: “Ustedes están llamados a transmitir la verdadera devoción al Señor de los Milagros con su testimonio de vida. No dejen pasar esta oportunidad que la Providencia les ofrece y no caer en la fácil excusa: “¡Ah!, no tendremos procesión, entonces no hago nada, me eximo de toda responsabilidad”; piensen que el Señor rompe sus esquemas y les pide que se conviertan en “Andas vivas” que lo lleven –que lo cargue cada uno, cada una- por el barrio donde viven, en su trabajo, en sus casas, a todas partes donde nuestros hermanos esperan una palabra de aliento de parte del Señor. A cada uno el Señor les concede la gracia de organizar tantas procesiones espirituales y testimoniales como tantos miembros de la Hermandad la conforman”. Hoy les digo lo mismo y les pido que renueven compromiso con el Señor de los Milagros, solo así podrán mitigar la pena de que a causa de las restricciones actuales no llevarán en procesión su Sagrada Imagen sobre sus hombros.
En efecto, teniendo presente la realidad que vivimos y la crisis socio política actual de nuestro país, nos damos cuenta de cuánta falta hace Dios en la sociedad para sobrellevar el sufrimiento que ha propiciado la pandemia en nuestros hogares y ambientes. El dolor de quienes han visto morir a sus seres queridos, entre ellos hermanos y hermanas de la hermandad y devotos del Señor de los Milagros, la pena y preocupación de tantos enfermos, de quienes se han quedado sin trabajo, la soledad en que viven tantos adultos, está reclamando el bálsamo del Amor de Dios; sólo Él puede mitigar tanta tristeza y sufrimiento. Siendo conscientes de esta situación les quiero prevenir de “distracciones” que nos haga insensibles al sufrimiento del hermano y nos impida asumir el Proyecto de Dios para los tiempos actuales. La misión que cada hermano y cada hermana tiene en la construcción de una sociedad más justa y fraterna es impostergable.
Cuando hablo de distracciones y temores me refiero a la tentación de caer en el egoísmo y que el miedo nos paralice hasta creernos justificados en nuestra indiferencia por los demás. La caridad de Cristo nos invita a salir de nuestros conformismos. Pero también existe una distracción más sutil y peligrosa y es que al interno de cada Hermandad o cuadrilla surjan divisiones y enfrentamientos inútiles. Les recuerdo lo que declaraba el Apóstol Santiago cuando denunciaba ambiciones de poder y de sobresalir por encima del más débil: “Hermanos no se critiquen unos a otros. El que habla mal de su hermano o se hace su juez, habla contra la Ley y se hace juez de la ley. Pero a ti, que juzgas a la ley, ¿te corresponde juzgar a la ley o cumplirla?” (Stgo. 4,11-12). Toda autoridad en la Iglesia es servicio como Jesús que no vino a ser servido sino a servir. Además, el Señor Jesús nos ha dicho que cuando un hermano peca, le tenemos que corregir con la más absoluta y fina caridad como es la corrección fraterna. Por tanto, queridos hermanos es tarea de todos fomentar la unidad y luchar contra todo aquello que genere división, intolerancia, críticas negativas, prejuicios, malos entendidos, y chismes que les debilita enormemente. Escuchemos al apóstol Pablo: “Sean humildes y amables, sean comprensivos y sopórtense unos a otros con amor. Mantengan entre ustedes lazos de paz y permanezcan unidos en el mismo espíritu” (Ef 4, 2-3)
No piensen que se es hermano, hermana del Señor de los Milagros en relación a la festividad, en orden a un gesto religioso exterior por el hecho de cargar la Sagrada Imagen, flores u otro servicio dentro de la procesión. Tengan en cuenta que ustedes son los discípulos amados del Señor de Pachacamilla y Él les pide que generen con su vida de cristianos y su testimonio de vida auténticos espacios de encuentros con quien entregó su vida. El Crucificado es el Cristo Glorioso que ha vencido el pecado y la muerte. “Perder el tiempo” entre ustedes en rivalidades, intereses particulares y otras actitudes que no condicen con la espiritualidad de una asociación católica es como llevar sobre los hombros una carga que no es la Cruz de Cristo. Escuchen a san Pablo: “no salga de su boca ni una palabra mala, sino la palabra justa y oportuna que hace bien a quien la escucha … arranquen de raíz de entre ustedes disgustos, arrebatos, enojos, gritos, ofensas y toda clase de maldad. Más bien sean buenos y comprensivos unos con otros, perdonándose mutuamente como Dios los perdonó en Cristo” (Ef 4, 29.31-32). Por eso les invito a decir: “¿Señor a quién vamos a ir, si tú tienes Palabras de vida eterna? (Jn 6,68).
Queridos hermanos no quiero que piensen que estoy fuera de contexto y que una cosa no se relaciona con la otra, claro que sí se relaciona porque un bautizado es un hijo de Dios, miembro de la Iglesia y miembro de la familia humana nada nos debe ser indiferente o al menos no deberíamos admitirlo. El cristiano no es una persona que cuando va al templo intenta liberarse de sus compromisos como ciudadano y que cuándo retorna a su vida ordinaria se olvida de Dios. El divorcio entre la fe y la vida ha sido, es y será dañino para la Iglesia y la sociedad. Un cristiano no puede renunciar a ser luz y sal en medio del mundo y contentarse con prácticas religiosas externas que no le lleven a un compromiso serio en la construcción del Reino de Dios.
La presencia en el Perú del Señor de los Milagros configura nuestro ser e identidad como nación: ¿Somos conscientes del don que Dios Padre nos ha concedido? ¿Qué valor transformante tiene mi amor al Señor de los Milagros? Son preguntas que nos ayudan a examinarnos seriamente para así responder a nuestra vocación de ser transmisores de paz y de amor. El Señor de los Milagros quiere que lo lleves en tu vida y lo reflejes en tu conducta, en tu trabajo y en tu familia, en el ambiente donde desarrollas tu día a día y tu diario vivir. ¿De qué sirve grandes manifestaciones religiosas puntuales cuando estás están vacías de conversión y deseo de servir al prójimo?
Queridos hermanos y hermanas les aliento a que reavivan su fe y su amor en el Señor de los Milagros con la confianza de que seremos escuchados y su protección nunca nos faltará y nos ayudará a superar la crisis sanitaria y demás dificultades en nuestra vida. Jesús nos ha dicho “pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toque y se les abrirá” (Mt 7,7) ¿Creemos de verdad en lo que nos dice Jesús? entonces otra vez preguntémonos ¿Qué estoy pidiendo? ¿qué estoy buscando? ¿A qué puerta estoy tocando? El Señor de los Milagros es la Puerta es la consumación plena de lo que queremos es el fin absoluto de una búsqueda de felicidad. Tenemos tanto qué hacer que no es posible quedarnos en lamentaciones estériles.
El Señor de los Milagros nos invita a ser agente de transformación desde un testimonio de vida coherente, humilde y sincera. Necesitamos crecer en comunidad sinodal, una comunidad que camina juntos y no por separado, una Iglesia que se dispone a dialogar a escuchar y a ser escuchada. Una Iglesia que invita a todos sus hijos a vencer los miedos y a apoyarse unos entre otros.
Por último, qué hermoso sería si con ocasión de la celebración en honor de nuestro amado Señor de los Milagros renovemos nuestro compromiso de servir a ejemplo del “Buen Samaritano” y nos empeñemos en querer escuchar y dialogar; sí, dialogar para tender puentes entre padres e hijos, dialogar para cicatrizar heridas y para perdonarnos unos a otros, dialogar para superar las posturas rígidas. Creemos que el Señor de los Milagros no solo nos concederá la gracia de ver superada la crisis sanitaria, sino que además con ella veremos superada otras crisis que existen y que nos hacen tanto daño.
Al termino de mi carta les renuevo mi compromiso de servirles como Pastor de esta Iglesia con la ayuda y gracia de Dios.
Que el Señor de los Milagros les bendiga y nuestra Madre del Santo Rosario les ampare siempre.
+Mons. Marco Antonio Cortez Lara
Obispo de la Diócesis de Tacna y Moquegua
Tacna, 30 de setiembre de 2021
>DESCARGAR PDF: CARTA ABIERTA CON OCASIÓN DE LA FESTIVIDAD RELIGIOSA EN HONOR AL SEÑOR DE LOS MILAGROS (PDF)