PASANDO POR MEDIO DE ELLOS SE MARCHÓ
El Evangelio de este día revela la firmeza del amor y la paciencia de Dios frente a nuestra inconstancia, capaz de pasar velozmente de la admiración a la ira, del amor al odio.
Jesús en la Sinagoga, en un ambiente lleno de admiración por sus palabras de gracia, inicia la lectura de una parte del texto de profeta Isaías que describía las características del Mesías, al final de la lectura dice: <<Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy>>. La admiración crece, pero luego caen en cuenta que éste es uno de sus conciudadanos, a quien quizá vieron jugar, trabajar, comienzan los prejuicios: <<¿Acaso no es éste el hijo de José?>> ¿el hijo del carpintero? La admiración que le profesaban era superficial, convencida, no se dejan interpelar por lo que escuchan.
También nosotros asumimos esas actitudes, juzgamos por apariencia, escuchamos o participamos de algo solo para criticar. Jesús que conoce las intenciones más profundas les dice <<Seguramente me van a decir el refrán: Médico cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaún, hazlo también aquí en tu patria.>> Con su conducta prácticamente le están diciendo ‘no nos interesa tu mensaje de salvación’, quieren sólo lo espectacular, quieren ver lo que han oído decir que hacen, quieren ver milagros para recién creer, y se sienten con derecho por ser sus conciudadanos.
Jesús no se irrita con su pueblo, así actuaron con tantos otros profetas: «En verdad les digo que ningún profeta es bien recibido en su patria». Y aunque no tienen mucha voluntad de escucharlo, igual les recuerda dos hechos <<Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando hubo sequías y gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.>> Lo común entre estos dos personajes es que eran extranjeros, paganos, y Dios actuó en favor de ellos, no por su procedencia sino por su fe, que antecede a todo milagro.
La explicación le fue peor a Jesús: «A oír estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira» y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad y le llevaron a una altura escarpada del monte para despeñarle». Lamentablemente son actitudes de quienes tienen lamente y el corazón cerrado, que no se cuestionan ni dejan ayudar, sino que recurren a la violencia o arremeten contra el frágil e inocente; así somos, cuando no queremos dar nuestro brazo a torcer a pesar de que se nos orienta, y muchas veces aun sabiendo que lo que vamos a hacer está mal. Gracias a Dios, esto no es la última palabra. Jesús «pasando por medio de ellos, se marchó».
Si estás pasando la suerte de Jesús, si estás pagando el precio de la verdad, de la coherencia, de la decisión de hacer y vivir en el bien aunque muchos intentan despeñarte, si crees que todo te empuja al mal o a la desesperación, ten ánimo, persevera, pasa con Jesús por medio de todo lo que te aflige. Y si eres de los que ‘empujan a los demás para quedar tranquilo’, abandona esa actitud, el Señor te busca sin prejuicio, camina con Él, no dejes que la ira destruya lo mejor de ti y lo que amas. Él es Paz.
+Mons. Marco Antonio Cortez Lara